¿Puede aprender y usar más de un idioma influir en la forma en que envejece el cerebro? Un estudio reciente sugiere que sí. Al analizar datos de miles de personas, los investigadores hallaron que quienes hablan al menos dos lenguas muestran, en promedio, un mejor desempeño en pruebas de memoria, atención y flexibilidad cognitiva en la vejez.
El trabajo se apoya en la idea de “reserva cognitiva”: la capacidad del cerebro para compensar cambios asociados a la edad o a enfermedades mediante el uso eficiente de redes alternativas. El uso habitual de más de un idioma implicaría un entrenamiento constante de circuitos relacionados con el control de la atención, la selección de palabras y el cambio rápido entre contextos comunicativos.
Según los autores, esa gimnasia mental diaria podría contribuir a retrasar la aparición de signos clínicos de deterioro cognitivo, incluso en presencia de cambios estructurales en el cerebro. Dicho de otro modo, algunas personas bilingües podrían mantener su funcionalidad durante más tiempo pese a tener lesiones similares a las de quienes muestran síntomas más tempranos.
El estudio no afirma que hablar varios idiomas garantice un envejecimiento saludable ni que sustituya otros factores de protección, como la actividad física, una buena alimentación o la vida social activa. Más bien lo presenta como un componente adicional en un conjunto de hábitos que pueden favorecer la salud cerebral a largo plazo.
Los resultados también se suman a la evidencia que muestra beneficios de actividades intelectualmente exigentes a lo largo de la vida: estudiar, leer, resolver problemas, aprender nuevas habilidades o mantener conversaciones desafiantes. El bilingüismo aparece como una forma particular de ese entrenamiento, con la ventaja de estar integrado en la vida cotidiana de muchas personas.
Desde la perspectiva de las políticas públicas, estos hallazgos ofrecen argumentos para valorar la enseñanza de lenguas extranjeras no solo por su utilidad laboral o cultural, sino también por su posible impacto en la salud. Programas que promuevan el aprendizaje de idiomas en distintas etapas de la vida podrían tener beneficios indirectos en la prevención del deterioro cognitivo.
Al mismo tiempo, los investigadores advierten que es necesario seguir estudiando las diferencias entre tipos de bilingüismo. No es lo mismo aprender un segundo idioma en la infancia que hacerlo en la adultez, ni utilizarlo de forma ocasional que practicarlo a diario. Cada trayectoria lingüística podría tener efectos distintos sobre el cerebro.
Más allá de los matices, la conclusión general del estudio aporta un mensaje sencillo: mantener el cerebro activo importa, y el uso regular de más de una lengua es una manera concreta de hacerlo. En un contexto de envejecimiento poblacional acelerado, todo lo que contribuya a conservar la autonomía y la calidad de vida durante más tiempo merece atención.
En definitiva, hablar varios idiomas no solo abre puertas comunicativas y culturales. También podría ayudar, silenciosamente, a que el cerebro disponga de más recursos para enfrentar el paso del tiempo.